jueves, 27 de junio de 2013

Mis palabras son el balbuceo de mi ser. Me mezco con el viento siempre del sur, No para caerme sino para volar. 
Existes donde no llego a precipitarme. 
Aquí donde las rosas nunca se marchitan, ni se congelan, ni perduran en la distancia porque no hay nada ajeno. 
Te amo como lo hice sin conocerte, y te querré así hasta que muera. 
La eternidad ya no es promesa. 
Las promesas ya no valen. 
Ya nada vale, salvo nosotros. 

domingo, 15 de julio de 2012

Mientras los árboles tocan el cielo yo toco el suelo con mis manos.
Todo lo que pensaba era infinito.
Las manos que antes veía me guardan ahora en silencio.
Los picos de la luna son el tobogán de mis sueños.
Mi pelo es una nube de tormenta.
Tus ojos, un mar de incertidumbre.


La caída al precipicio es el vuelo que siempre soñé.

jueves, 17 de mayo de 2012



Siento que los escalofríos son tus caricias en pensamientos.
Que mis ojos caen de nuevo intentando verte.
Mis manos son verdugos y los lápices dibujan tortura para mis sentidos.
Tus palabras música que jamás he escuchado.
Que apareces donde no estás y luego desapareces.
Que eres yo, y yo no existo en el mundo de ti mismo.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Te vas.


Yo quedo aquí sentado, arrastrando mis pies sobre el asfalto. 
Sonando como un lápiz afilado que busca desgastarse en el papel. 


Creando una nueva realidad escondida, asustada de verte para no volverte a ver.



Eres sueño. Un sueño no mostrado al que deberé dar forma en el espacio para que alguien sin nombre te pueda olvidar.



jueves, 26 de abril de 2012

Soledad

Las horas pasan sin sentido tras la amarillenta ventana de Andrés, envejecida por el cálido aire nacido entre las espigas.


Las cigüeñas muelen las nubes del azul cielo de verano.


Los vilanos huyen imitando a las golondrinas, que presas por el miedo a su fragilidad, se esconden en las cuevas que hacen brillar su corazón.


El viento sortea los faroles, que pronto crearán un eterno anochecer.

Todo es idílico y tranquilo.

 A lo lejos se oyen silbidos de mariposas atardecientes, ocultas bajo el reflejo de la turbia tormenta de hoguera.

Las ventanas se rompen, bailando al son de la mirada que el niño envía a un infinito.

Pero los vidrios caen, rasgando la tela que narra unos sueños ya olvidados.